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Lázaro


"Despierta... si estás dormido,
sal del morboso ensueño
que aletarga los sentidos...",
advierte el silfo del viento.
Y lázaro redivivo,
vacío el pensamiento,
los ojos enceguecidos,
flébiles las pupilas,
anestesiado el coraje,
te levantas y caminas,
caminas... sin preguntarte
adónde te encaminas
–quizá a ninguna parte–.
Y caminas y caminas,
cargando con el bagaje
que te deparó la vida,
abordando el paraje
en que abundan las espinas,
caminas... sin rumbo fijo,
desaliñado, harapiento,
los pasos febles, cansinos,
el jenízaro del miedo
–encarnizado enemigo–
emboscado en el cerebro...
Y cuanto más prolijo
se te hace el sendero,
tanto más reiterativo
el clamor del silencio.

© María José Rubiera Álvarez


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