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Divagando entre sombras

Es una noche sin luna,
noche de arpías en celo,
noche en que los espectros
se revuelven en sus tumbas...
Nada altera el sosiego
de la adormecida casa,
nada rompe el silencio
que reside en la calma:
el prístino silencio
–hijo de la soledad,
hermano del desconsuelo–
que en ocasiones me habla
y no me es dado escuchar.
Nada vela en la vivienda,
nada: salvo el agudo eco
de la trasnochada época
que me resisto a evocar
y no obstante, sin embargo,
pese a mi voluntad
me sorprendo evocando:

Cuántas horas en suspenso,
cuántas madrugadas hueras
para llegar a destiempo
a tu abstrusa ciudadela
y sondear tus secretos...
Cuántas primaveras yermas,
cuántos estíos baldíos,
cuántas sombras, cuántos dédalos,
cuántos dragones vencidos,
cuántas dudas razonables,
cuántos pensamientos negros
para sondear lo insondable.

© María José Rubiera Álvarez



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