Deja de mirarme así:
de esa manera... felina,
con ese anhelo febril
que trastrocado ceniza
emponzoña tu marfil
y la visión te obnubila.
Deja de posar en mí
esa mirada furtiva
–hecha de fuego y escarcha–,
porque harto persuasiva
me rinde y me desarma
y mi criterio humilla.
Déjame fluir serena
por la serpenteante vida,
¡oh, sí...!: serena, amor mío,
y libre y distendida,
como las aguas someras
que a finales del estío
sinuosas se deslizan
por la escarpada ribera
de un agostado río.
Déjame fluir sin prisa,
déjame fluir pausada,
déjame con mi sonrisa
de princesita encantada...
Déjame evitar pensar
en las atroces batallas
que me quedan por librar.
de esa manera... felina,
con ese anhelo febril
que trastrocado ceniza
emponzoña tu marfil
y la visión te obnubila.
Deja de posar en mí
esa mirada furtiva
–hecha de fuego y escarcha–,
porque harto persuasiva
me rinde y me desarma
y mi criterio humilla.
Déjame fluir serena
por la serpenteante vida,
¡oh, sí...!: serena, amor mío,
y libre y distendida,
como las aguas someras
que a finales del estío
sinuosas se deslizan
por la escarpada ribera
de un agostado río.
Déjame fluir sin prisa,
déjame fluir pausada,
déjame con mi sonrisa
de princesita encantada...
Déjame evitar pensar
en las atroces batallas
que me quedan por librar.
© María José Rubiera Álvarez
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