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A menos que...

A menos que uno ambicione
morir multimillonario,
laurearse huésped de honor
del silente camposanto,
¿para qué, en menoscabo de la ética,
ese obsesivo, compulsivo
y destructivo deseo
de mercar, a costa de lo que sea,
títulos honoríficos,
de usurpar inmensas riquezas...?
¿Adónde conduce el anhelo
de sacrificar la decencia
en aras de la avaricia...?
¿Adónde... si la Descarnada
jamás hace distinciones
entre el opulento y el inope...?
Aviado va el que se imagina
que por nacer entre algodones
se librará de la tirana
y a la par democrática Dama.
Se da la circunstancia
que la Huesuda dista mucho
de ser una perdonavidas:
jamás fanfarronea, ni alardea
de las cabezas que ha sesgado
con su filosa guadaña;
obra siempre en consecuencia
con la ley establecida
por la omnipotente Naturaleza,
que inflexible determina
cómo, cuándo... en qué lugar
el viaje de la vida finaliza.

© María José Rubiera Álvarez




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