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Nunca, amor mío...

 Nunca sabrás, amor mío,

que al rayar la alborada,

cuando el lucero invicto

fulge cual ardiente ascua

en el espúreo cielo,

ornada de añil la albada

en alondra me convierto:

Alondra enamorada,

que apostada en tu lecho,

dotando de transparencia

las fuliginosas alas

violenta tu fortaleza.

Nunca sabrás, amor mío,

que atrapada tu consciencia

en el predio del vacío,

sujeta al albur tu alma,

extremando el sigilo

en tu santuario me adentro

y con el alma en vilo

transito tus labios grana,

me acomodo en tu seno.

En pleno apogeo el alba,

la alondra que en mí habita

se escapa por la ventana;

porque no puede ni quiere

permanecer enjaulada:

En cautividad se muere,

aun siendo áurea la jaula.


© María José Rubiera Álvarez

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