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Tiempo de vivir... Tiempo de morir

 

Es tiempo de infames penurias,

de fárrago para los soles,

que sumidos en las brumas

reverberan entre estertores...

Quizá acontezca la noche

mucho antes de lo previsto:

la noche agorera, fatal

–quizá el fin ya esté escrito

en el espacio sideral–.

Es posible que el invierno

se estacione de improviso

en nuestro vasto universo

y odioso advenedizo,

frío, implacable, vil

mancille nuestros recuerdos...

Pero siempre será abril

[ para nosotros,

siempre seremos dos cuerpos

vibrantes, sudorosos,

amándose con frenesí,

oyéndose el uno al otro,

fundidos en un abrazo sin fin.

Siempre burlaremos el celo del tiempo...

Nunca dejaremos de amarnos,

nunca... en ningún momento,

[ jamás,

ni siquiera cuando nos acaezca la hora,

la hora de la absoluta verdad,

la hora del aquí y del ahora,

la hora funesta, macabra:

la hora de rendir cuentas

a la descarnada Justiciera...

Siempre seremos dos almas

conectadas, indivisas, yuxtapuestas:

dos almas... estrechamente abrazadas.

© María José Rubiera Álvarez




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