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Ígnea

Argentados –como nunca–
la Luna y el Lucero del alba
acuerdan contraer nupcias
al filo de la alborada.
El amor flota en la brisa,
la brisa huele a azahar,
el azahar aviva el deseo
y mi deseo es... besar,
besar tu boca en sazón,
en sazón... como la poma
pequeña, redonda, roma
–bíblica tentación–.
Tentación azarosa
eres para la razón,
la razón: silenciada
por la ígnea pasión,
pasión que en tus labios
se convierte en flama,
flama caldeando el lecho,
el lecho en que la libido
se irá haciendo verbo
y ahíta de sí misma,
consumado su anhelo,
decidirá prosternarse
ante el altar del amor:
del amor célibe, casto.
Y castidad mariana
mis abochornados besos
serán píos peregrinos
transitando tus senderos.

© María José Rubiera Álvarez




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