Buscar este blog

Hijo del fuego


Eres como son los hijos de Helios:
un cegador resplandor,
la seducción hecha fuego,
fuego arrebatador;
paroxística lengua de fuego,
inmolándose en su fervor...
Incendiaria llamarada
–mártir de su propio incendio–
que implora ser alentada
por el vivificador aliento
que a lomos del Euro viaja...
Yo podría ser sustancia inflamable:
esquisto para tu fuego,
resina para tu flama,
estopa que enardezca
–todavía más, si cabe–
tu ardorosa hoguera;
pero no quiero avivar el ardor
que te devora por dentro.
Podría, emulando a Prometeo,
arrebatarte el fuego
que calcina tu interior
y entregárselo al infierno;
pero ¿quién soy yo, amor,
para despojarte de tu anhelo,
de tu existir la razón...?
Podría darte a beber
del rocío acrisolador
que acrisola mi albada,
y mitigada tu sed
purificarte el alma;
pero no debo, amor mío:
diametralmente opuestas
mi naturaleza ácuea
y tu fogosa naturaleza
entrarían en conflicto.

© María José Rubiera Álvarez