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Eterno retorno

Es tan breve la estancia
en esta tierra de acebos,
de sidra y de agua,
y es tan lato el erebo
que la orilla opuesta baña,
tan dispendioso el impuesto
que el alma ha de satisfacer
al guardián de la bocana
–por transportarla a través
de lagunas desangeladas–
que a veces me asalta la sensación
de ser un mero peón
del tablero de ajedrez.

¿A qué se debe este eterno retorno,
este sempiterno volver a empezar...?
¿Todo acontece por casualidad,
o por el contrario todo obedece
al Principio de Causalidad...?:

¡He aquí la cuestión!
Resultaría ilógico pensar
que la previsora Naturaleza
deja todo a merced del azar,
sin intervención alguna por su parte.
Pero, ¿quiénes somos en realidad...?

¿Somos, acaso, simples engranajes
de la gigantesca Rueda de la Vida...?
¿Somos, quizás, instrumentos,
ejecutándose a voluntad
de anónimo orquestador...?
¿Somos asimismo reos
de nosotros mismos...?

Lo dejo al discernimiento del lector.

© María José Rubiera Álvarez

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