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La Noche de San Juan

En la noche más mágica
y a la par más corta
de la Estación Estival,
acuden a mi memoria
las fantásticas leyendas
–en extremo fascinantes–
que para delicia mía
sin escatimar detalles
familia y amigos relataban.
Leyendas atávicas, ancestrales,
transmitidas de boca a oreja
generación tras generación
por gente sencilla, llana,
que de forma paulatina
pasaron a formar parte
de la memoria colectiva.
Leyendas a rebosar de misterio,
en las cuales se detalla
que en La Noche de San Juan,
gnomos, sílfides, hadas, xanas
y demás espíritus de la Naturaleza
acuden en tropel al bosque,
donde se reúnen para celebrar
El Festival de las Hadas,

y bajo el manto estrellado
entonan gozosos cánticos
y al son de los mismos danzan
hasta casi despuntar el alba.
El resplandor de la hoguera,
el bailoteo de las llamas
queriendo alcanzar la eternidad,
la dama de alabastro
que en lo más alto del cielo
brillaba con intesidad
alimentaban mi fantasía:
Aquellos míticos seres,
cobrando animada vida,
me invitaban a danzar
la prístina Danza Prima.


© María José Rubiera Álvarez